Más allá de dedicar tiempo a los demás, el voluntariado puede convertirse en una experiencia profundamente transformadora. En nuestro centro esta idea toma forma todos los días gracias a las personas que deciden compartir una parte de su tiempo con las personas que atendemos.
Para muchas de ellas, el voluntariado no sólo significa ayudar, sino también crecer personalmente. Teresa Mallofrè, voluntaria en la unidad de P2 (Atención Intermedia), lo explica con naturalidad: “el voluntariado es una oportunidad para aprender y crecer. Los y las pacientes, cuando me ven, ya tienen la sonrisa del ‘buenos días’, y enseguida quieren mucho cariño.” Este intercambio tan sencillo —un saludo, una mirada, un rato compartido— se convierte en un espacio de conexión humana que enriquece tanto a las personas atendidas como a las voluntarias.
Según Mercedes Pérez, Coordinadora del Servicio de Voluntariado, “el voluntariado es una oportunidad para transformar” . Y lo es en muchos sentidos: “Una oportunidad para transformar a las personas voluntarias, porque pueden conocer nuevas realidades, nuevas perspectivas. También es una oportunidad para crear vínculos con las personas que están aquí, así como con el resto de compañeros y compañeras voluntarios y con toda la comunidad hospitalaria.”
Con 16 voluntarios en activo y perfiles muy diversos, el programa sigue creciendo y adaptándose a las necesidades del centro. Estudiantes, personas jubiladas y antiguo personal colaborador comparten igual voluntad: ofrecer apoyo, compañía y humanidad.


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